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Sunday, December 6, 2015

El cáncer desencadenado

El tumor más antiguo y extendido del mundo revela aspectos insospechados acerca del cáncer.


Las células del tumor transmisible venéreo canino son un parásito infeccioso de perros de todo el mundo. (Imagen: Olga Glebova.)

EL CÁNCER es la causa de una de cada ocho muertes en el mundo, y su tratamiento es por lo general complejo y plagado de efectos secundarios. Todo esto ha convertido a esta enfermedad en la más temida del mundo desarrollado. El término ‘cáncer’ engloba en realidad más de cien enfermedades diferentes, todas las cuales comparten un mismo origen. Se trata de un producto casi inevitable del proceso de selección natural a nivel celular: esporádicamente, una célula puede llegar a adquirir la capacidad de reproducirse sin control, debido a alteraciones en su ADN. Esto otorga a la célula una ventaja selectiva frente a sus vecinas; podría decirse que está ‘mejor adaptada’ a su entorno microscópico, por lo que sus probabilidades de éxito son mayores. Pero lo que es beneficioso para un sola célula no siempre lo es para todo un organismo. El sistema inmunitario, en consecuencia, erradica de inmediato cualquier célula que haya perdido el control sobre su ciclo reproductivo.

No obstante, algunas células van más allá, desarrollando contramedidas moleculares que impiden su detección o su exterminio por parte de este ejército que patrulla cada micrómetro del cuerpo. Es entonces cuando estas células adquieren vía libre para explotar los mecanismos de selección natural, creciendo, reproduciéndose, expandiéndose e invadiendo el organismo. El cáncer, compuesto de células cada vez mejor adaptadas y más agresivas, se apodera del cuerpo sin que éste pueda hacer nada por impedirlo. Dado que las células cancerosas poseen la capacidad de reproducirse indefinidamente, suele decirse que son inmortales. Paradójicamente, el propio cáncer resulta ser, sin embargo, una entidad biológica de vida muy breve. La aparición de un tumor desemboca normalmente en uno de dos finales posibles: la muerte del tumor, gracias a tratamientos cada vez más eficaces, o la muerte de todo el organismo. Algunos tipos de cáncer, por otra parte, han logrado escapar a este destino de voracidad autodestructiva. Por una extraordinaria serie de circunstancias biológicas, estos tumores desarrollaron adaptaciones que les permitieron abandonar el cuerpo que los vio nacer e infectar otros muchos, adoptando una forma de vida parasitaria con la que han alcanzado una condición de auténtica inmortalidad. Éstos son los llamados cánceres transmisibles.


El tumor venéreo transmisible canino (CTVT, por sus siglas en inglés) fue el primer cáncer en ser reconocido como transmisible. Este tumor, presente en al menos noventa países de todos los continentes habitados, se originó en un perro de una raza cercana al husky siberiano que vivió y murió hace unos once mil años. Esto sitúa el nacimiento del CTVT al final de la ‘edad de hielo’, en la época de los últimos mamuts, no mucho después de la domesticación de los primeros perros. Las células que lograron escapar del cuerpo de este perro continuaron viviendo y multiplicándose en otros, tal como siguen haciendo hoy en día, tras la dispersión y colonización de hombres y perros a lo largo y ancho del mundo. El número total de células de CTVT que han existido y existen desde entonces supera con creces al número de células que componían el cuerpo del animal donde se originó por primera vez. Esto convierte al CTVT no sólo en el cáncer más extendido y antiguo conocido, sino seguramente en el organismo vivo más longevo de la Tierra.


El CTVT es común en países tropicales y subtropicales, y afecta frecuentemente a perros callejeros, guardianes o de caza, en lugar de a canes domésticos. Las formas en que se manifiesta van desde nódulos microscópicos hasta tumores de más de quince centímetros de diámetro. Como su nombre indica, suele estar localizado en el área genital; durante el coito, el tumor se desgarra y sangra con facilidad, permitiendo la transferencia de células cancerosas que serán la semilla de un nuevo tumor en un nuevo anfitrión. No obstante, la progresión de la enfermedad está estrechamente ligada a la condición inmunológica del animal. En perros con un sistema inmunitario débil o en mal estado de salud general, el cáncer puede avanzar al estado de metástasis, invadiendo agresivamente diferentes áreas del cuerpo y causando irremediablemente la muerte del anfitrión. Pero no sólo la metástasis es una causa de muerte asociada a esta enfermedad; la fragilidad del tumor y su exposición al entorno pueden provocar infecciones severas, mientras que, en algunos casos, el tumor alcanza un tamaño tal que obstruye por completo el conducto urinario del animal. Afortunadamente, la mayoría de los casos de CTVT son fácilmente tratables con quimioterapia o cirugía; en perros con un sistema inmunitario robusto, el tumor puede incluso llegar a desaparecer sin necesidad de tratamiento.


CTVT desarrollándose en el interior de la vagina de una perra. (Imagen: Anna Czupryna.)

Los once mil años de edad del ADN de este cáncer sugieren que su relación con la humanidad, a través de la omnipresente compañía canina, se extiende en el tiempo mucho más de lo que podría pensarse. Así lo demuestra la primera mención a este tumor venéreo, escrita por el veterinario Delebere Blaine, quien lo retrató como una afección común entre los perros callejeros del Londres de principios del siglo XIX. Aunque la historia del CTVT se extiende hasta un pasado mucho más lejano —se sabe que su expansión global coincidió con la época de la conquista de nuevos continentes por parte de las potencias europeas—, su naturaleza transmisible no fue intuida hasta mucho después. Gracias a los espectaculares avances experimentados en campos como la biología molecular, la genómica y las tecnologías de análisis de ADN, hoy en día sabemos no sólo que este cáncer no requiere de ningún intermediario para pasar de un perro a otro, sino que su origen responde a mecanismos mutacionales comunes en el cáncer, y que el CTVT y ciertos cánceres humanos no son tan diferentes como podría pensarse.

Es evidente que una sucesión de eventos inverosímiles permitieron al CTVT superar las múltiples barreras que existen entre cualquier tumor y la capacidad de transmitirse entre individuos hasta el punto de convertirse en un auténtico parásito de miles de animales en todo el mundo. La primera de estas barreras, la necesidad de contacto físico, fue resuelta con el establecimiento —quizá desde el primer momento, o durante el comienzo de su evolución— del CTVT como un tumor venéreo que prospera en torno a la zona genital de los animales infectados. La segunda barrera, impuesta por el sistema inmunitario del animal receptor (el nuevo anfitrión), es también burlada mediante mecanismos extremadamente complejos. El CTVT es capaz de anular la respuesta del organismo ante células que, tanto física como genéticamente, son claramente ajenas e invasoras. El estudio de estos mecanismos de supresión inmunitaria podría desencadenar grandes avances en campos como el trasplante de órganos, donde es necesario silenciar el sistema inmunitario del receptor para que el órgano ajeno sea aceptado por el cuerpo.


Once milenios de vida sobre la Tierra añaden una nueva dificultad a las ya mencionadas: la de mantener un conjunto de genes (genoma) lo suficientemente funcional como para poder seguir viviendo, pese a la inevitable acumulación de mutaciones a lo largo de los siglos. El genoma del CTVT contiene cerca de dos millones de mutaciones, cientos de veces más alteraciones genéticas que las que se observan en un cáncer típico. La acumulación de mutaciones, que en un principio es la herramienta fundamental del cáncer para evolucionar y desarrollar su agresividad, tras un cierto punto —un punto inalcanzable para un cáncer humano— pasa a convertirse en una amenaza cada vez mayor para la supervivencia del cáncer. Pese a que cada mutación tiene el potencial de aumentar la adaptación del tumor a su entorno, la probabilidad de que la siguiente modificación sea letal para la célula necesariamente aumenta con el paso del tiempo, especialmente en un genoma tan longevo. En este escenario, la selección natural ejerce de nuevo un influjo moldeador sobre el cáncer, favoreciendo a aquellas células que adquieren nuevas mutaciones más lentamente. Es probable que aquellos tumores menos agresivos y con menor capacidad de poner a su anfitrión en peligro de muerte también resultaran beneficiados con el paso de los siglos. Esto queda respaldado por el perfil genético extraordinariamente estable del CTVT de hoy en día, que hace posible que tumores presentes en perros de Australia, Venezuela, Estados Unidos, Cabo Verde, Malawi, Rusia, Ucrania o Sudáfrica presenten un genoma casi idéntico. De este modo, el CTVT permite el estudio de una etapa evolutiva que le ha sido negada a cualquier otro tipo de cáncer. Esta particularidad ha convertido al tumor más longevo de la Tierra en objeto de especial interés científico. Investigadores de diferentes países estudian el CTVT con el propósito de arrojar luz sobre los procesos evolutivos que afectan a cualquier cáncer, pero que, dada la corta vida de esta enfermedad, son normalmente indetectables.


Un cáncer transmisible es un fenómeno natural extremadamente raro, del que solamente se han descrito tres casos en el mundo animal. En humanos, la transferencia de tumores ha ocurrido en contadas ocasiones: de madre a hijo durante el embarazo, o por medio de un accidente quirúrgico o de un trasplante de órgano. Un caso de particular interés, tanto científico como ético, es el de los experimentos realizados por el estadounidense Chester Southam en los años cincuenta y sesenta, que demostraron que el cáncer puede ser transmitido entre humanos bajo ciertas circunstancias. Sin embargo, la aparición espontánea de un tumor capaz de transmitirse entre organismos exige adaptaciones específicas y situaciones naturales insólitas. Gracias a una serie de eventos tan asombrosamente extraordinarios que desafían a la imaginación, el cáncer, esta ‘mera’ enfermedad genética, ha evolucionado hasta convertirse en un organismo parasitario de una eficacia admirable, cuyo impacto histórico en la evolución del sistema inmunitario animal puede haber sido mucho mayor de lo que ahora imaginamos. Si la habilidad del tumor venéreo transmisible canino para mantenerse un paso por delante de su anfitrión se prolonga en el tiempo, el destino de este linaje de células milenarias es convertirse en el ser vivo más longevo y exitoso del planeta.


 

Si es usted veterinario y cree que puede haber identificado un caso de CTVT, por favor, contacte con el Grupo de Cáncer Transmisible a través de la dirección ab2324@cam.ac.uk.

Referencias:
Stratton, M.R. et al. The cancer genome. Nature (2009).
Strakova, A., Murchison, E.P. The cancer which survived: insights from the genome of an 11000 year-old cancer. Curr. Opin. Genet. Dev. (2015).
Ganguly, B. et al. Canine transmissible venereal tumour: a review. Vet. Comp. Oncol. (2013).